sábado, agosto 30, 2008

Municipales, mujeres y partidos

A pesar de la creciente incorporación de mujeres en distintos espacios de la sociedad, uno de los más difíciles de ocupar ha sido el mundo de la política formal. Tanto así que cada vez que nos encontramos ad portas de una elección para cargos de representación popular, se suceden las movilizaciones tendientes a asegurar nuestra participación en ellas como candidatas.

Hasta el día de hoy no han pesado las señales que la ciudadanía ha dado en términos, no sólo de elegir a una mujer en la más alta magistratura como es la Presidencia de la República, sino la buena valoración demostrada en diferentes encuestas de atributos tradicionalmente asignados a las mujeres, como son la honradez, la inclusividad, la cercanía, entre otros.

Menudos mitos se han demolido, en los últimos años, como aquellos que decían que los hombres jamás votarían por mujeres, o que las electoras no premiarían a otras mujeres con su voto. Investigaciones recientes revelan que la intencionalidad de votos en clave de solidaridad de género, sí se produce.

Por lo tanto, la pregunta que surge en el contexto de las elecciones municipales es, ¿Qué explica la baja presencia de candidatas, incluso en partidos políticos que deberían asignar cuotas de género obligatorias?

La respuesta pareciera ser que la clase política no ha podido comprender el profundo cambio experimentado por la sociedad. Sí, porque pese al discurso de los dirigentes, en orden a que las mujeres tienen las puertas abiertas para participar de las elecciones populares como candidatas, la realidad señala que ello no es así.

Las barreras de tipo cultural son reforzadas con otras más estructurales, que tiene que ver con la falta de claridad a nivel interno de los partidos de los mecanismos de promoción y designación de candidaturas, la debilidad del poder de negociación política de los estamentos de género (vicepresidencias, departamentos o unidades de la Mujer) y los mismos sistemas electorales nacionales, que como en el caso de Chile, no integran mecanismos de promoción de candidaturas femeninas como las cuotas o financiamientos privilegiados.

Tremenda equivocación la que cometen los partidos que no integran a las mujeres en sus listas electorales, ya sea por razones prágmaticas -ellas han demostrado tener una alta elegibilidad-, pero además por motivos que tienen que ver con la profundización de la democracia. Es necesario incluir en los espacios de la toma de decisiones a la otra mitad de la población porque la subrepresentación de las mujeres en los espacios de poder constituye un déficit de la democracia.

La historia nos ha demostrado que la no inclusión de las nuevas actorías políticas y sociales dentro del juego democrático tiene como consecuencia el alejamiento de la ciudadanía del devenir político, colocándola en un sitial de espectadora pasiva y sin posibilidad de manifestarse políticamente.

Es necesario y urgente incorporar a estas nuevas actorías al juego democrático, recuperar y fortalecer el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres, ya que sin ellas, este será sólo un triste simulacro de democracia.